Mis relatos III

La mirada vacia

Claudia miraba la ventana, pero mas que mirar recordaba. Recordaba lo hermoso que era el jardín de enfrente de su casa y a los niños jugando en el parque, ya solo vería todo eso en su mente, sin embargo podía oír sus risas y los gritos de sus madres al reprenderles, podía sentir la brisa provocada por los arboles y oler el rico perfume de los rosales.

La suerte no había sido tan injusta con ella, el resto de sus sentidos se habían intensificado, como si su cuerpo quisiera compensarla por la irremediable perdida. Pero para ella eso no era ni mucho menos una compensación , al revés solamente hacia mas fuerte su dolor por lo que había perdido.

Recordaba todo como si lo estuviera viviendo ahora mismo, se había levantado temprano como siempre y se había preparado para ir al trabajo, hacia un día malísimo, llovía muy fuertemente y hacia muchísimo viento, razones que la hicieron el plantearse el ir en coche o en autobús.

Finalmente decidió coger el coche, era una buena conductora y sabia que no tendría problemas. Habia mucho trafico y era poca la visibilidad pero tal y como ella pensaba todo iba bien, pero entonces llego la tragedia, estaba parada en un semaforo pensando en lo que tendría que hacer ese día, cuando de repente sintio un impacto descomunal y perdió la conciencia.

Cuando se despertó se encontraba en un hospital o eso pensaba , puesto que se oían múltiples voces apresuradas ante miles de avisos que sonaban por la megafonía. Intento abrir los ojos y se dio cuenta que estaban tapados con algo y que la era imposible, eso solo la hizo pensar en lo peor.

Cuando al fin hablo con los médicos no hicieron sino confirmarle sus mas profundos temores. Un conductor ebrio había chocado de frente con ella, el impacto había provocado que el cristal delantero estallara y múltiples cristales habían saltado directamente a su cara. Como resultado de ello había quedado irremediablemente ciega, puesto que había sufrido daños irreparables.

Para ella se paralizo el tiempo, quiso gritar, deseo que fuera una pesadilla, pero desgraciadamente no lo era, era real y la estaba pasando a ella, ¿por qué?¿por qué tenia ella que pagar por la imprudencia de otro?.

Aun así quiso saber que le había pasado al otro conductor, y el medico la dijo que había fallecido debido a un paro cardiaco, posiblemente provocado por el susto y la gravedad del golpe.

Muchos otros se hubieran sentido aliviados ante la muerte de semejante individuo, pero claudia no, la muerte de esa persona no solucionaba nada, su muerte no le devolvería la vista, esa persona nunca pagaría por el daño y los problemas que la había causado.

Cuando se pudo ir del hospital, y se enfrento al mundo se dio cuenta de lo verdadero que es aquel dicho que dice:”nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Iba acompañada de una buena amiga suya, puesto que aun no había aprendido a manejarse sola, y este nuevo mundo oscuro en el que tendría que vivir la daba demasiado miedo como para enfrentarse tan pronto a él sola.

Los primeros días fueron horribles, lágrimas silenciosas corrían por sus ojos mudos, aquel iris verdoso y tan hermoso de antaño ya no estaba, había dado paso a un color cristalino y frío.

Al final poco a poco se fue acostumbrando a su nueva situación y la fue asimilando, no la quedaba otro remedio, debía aprender a vivir de otra manera a acostumbrarse a no ver nunca mas a aquellos que quería a no poder disfrutar de las puestas de sol...Había tanto que echaría de menos, sin embargo siempre le quedarían los recuerdos, que un olor , un roce o un sonido siempre evocaba.

Claudia siguió mirando por la ventana, ya no se oía a los niños, tan solo se oía el viento alrededor de las hojas de los arboles, y se iba sintiendo cada vez mas el frío de la noche, aunque como ella siempre decía irónicamente, “para mi ya no existe el día, ahora vivo en una noche eterna”, cerro la ventana y se dirigió hacia su cama mientras unas lágrimas cálidas recorrían sus ojos sin luz.